miércoles, 28 de mayo de 2014

viernes, 25 de octubre de 2013

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PASADO

Ocho de la tarde, hora de sacar a Billie. Hago el autochequeo habitual, móvil, llaves. Correcto. Le pongo la correa y salimos al pasillo.

Nunca me gusta forzarlas, lo sabéis, siempre dejo que el azar haga su trabajo. Pero harto de esta inactividad, de esta parálisis, de esta burbuja que me aísla y embota mis sentidos, lo hice.

Apreté el botón de llamada del ascensor y comenzó a subir.

Presioné con mis dedos pulgar e índice la parte superior de mi nariz y cerré lo ojos, incliné mi cabeza y concentré todos mis pensamientos en una sola idea: Mostradme hoy lo que va a ser de mí, estoy cansado de ésto, necesito saber, sea bueno o malo, qué me depara el futuro, qué va a ser de mí.

PRESENTE

El ascensor pasa ante mi pero no se detiene, sube un par de pisos más y oigo como alguien baja. Escucho cerrarse la puerta y el sonido del ascensor que vuelve a por mí.

En esos pocos segundos me doy cuenta de mi absurda petición, seguramente encontraré la dichosa carta, la que más me aterra. No debería haberlo hecho.

El ascensor se detiene, abro la puerta y entramos Billie y yo. Me encuentro conmigo mismo de frente. Miro mi reflejo y al instante siento terror.

El ascensor de mi comunidad se reformó hace pocos años, es muy pequeño y estaba muy antiguo además de técnicamente obsoleto. Se cambiaron las puertas, se puso un espejo de medio cuerpo y los laterales se cubrieron con paneles, tres a cada lado, sujetos por dos largos listones de metal brillante que van de arriba a abajo.

FUTURO

En el espejo cada pareja de listones se duplica.
El yo que aún no es aparece dentro del espejo rodeado de ocho largos listones de metal brillante.
Me repetí de nuevo que no debería haberlo hecho.
AHORA


Seguí con el paseo. Receptivo. Pero no, no encontré ninguna carta, pero eso ya lo sabía.

domingo, 28 de julio de 2013

El engaño del engaño

Anoche estuve con él, hablando de todo y nada a la vez, de los muchos nombres y caras que tiene al igual que yo. Bebíamos y hablábamos sin conocimiento y cuando él pensó que yo había bajado la guardia comenzó la negociación.
Me ofreció de todo, dinero, sexo, diversión, éxito, fama... pero yo rechazaba sus ofertas una tras otra.
-¿Qué es lo que más deseas?.- Me preguntó finalmente.-Te daré eso a cambio.- Sentenció.
-Realmente no lo sé.- Le respondí. Cosa absolutamente cierta.
Entonces, pensé un poco y finalmente mirando fijamente al fuego de sus ojos le dije:
-Ser tú, quiero ser tú.
Torció el gesto y sin mediar palabra se levantó y se largó.
Yo indiferente miraba como se disolvían los hielos de lo que fue mi Gin Tonic hasta que me di cuenta de que el muy cabrón se había ido sin pagar nada.
¡Puto Diablo!.








7 de agosto de 2011

domingo, 2 de junio de 2013

noituLove

¿Puedes sentir como yo que estas malditas cortinas no dejan pasar la luz?

Te siento a mi espalda.
Noto tus ojos sobre mi, tu aliento en mi nuca.
Me vuelvo y sigues sin estar ahí.

El ángel de nuestra habitación ha desaparecido.
Custodiaba nuestro amor con flechas de fuego.
Ha huído.
Tenía miedo.

No soporto tus ojos, ni el calor de tus labios.
Vete.
Me dueles.

Chillo tu nombre, aunque no lo recuerdo.
Acaricio tu pelo y no sé su color.
Estoy ciego

Te echo de menos a pesar de que nunca estuviste aquí.

No soporto tu imagen, ni puedo acariciar tu espalda.

Vete.
Me dueles.
No existes pero estás ahí y me dueles.

(31/10/2000)
Archivos encontrados, emociones perdidas.

martes, 14 de mayo de 2013

Nada, nadie.


 Nada, nadie
olvidado
aquí arriba
o abajo
y nada.

 Grito
y nadie
ni nada
palabras
que nacen
sin eco.

 Nadie
desaparezco
no existo
en su mente
y nada.

 Nunca
nadie
nada
y
no y
ni siquiera.

 Me esfumo
en el viento
y nada
nadie
ni tú.

Viernes, 14 de enero de 2011




viernes, 12 de abril de 2013

Siete Pecados Capitales


El primero es fácil, y no necesito tenerte para sentirlo.
Sólo con cerrar los ojos me basta para notar ese cosquilleo por toda mi espalda, y esa media sonrisa que tanto te gusta tuerce mi boca asimétricamente como si un lado oscuro se estuviera apoderando de mi cuerpo.
Si te tengo es peor porque actúo, y sí,  ese lado oscuro me posee y se obsesiona con poseerte a ti también.
(Lujuria)

El siguiente aparece por lógica y como consecuencia del primero, no me canso pese a saciarme, no dejo de tener sed y hambre de tí, y no es por necesidad, ya que estoy satisfecho, pero no puedo parar y no me detienes tampoco. Y arranco lo que me estorba y aparto lo que me separa, y seguiría hasta el final de los tiempos.
(Gula)

Ni hablar, y van tres, te quiero entero, sin compartir, te guardo, te atesoro, no duermo pensando en que alguien puede arrebatarte de mi, y estás y quiero más y miro con odio a quien te mira. Te acumulo, te amontono y te rodeo con un muro.
(Avaricia)

Llega ese momento, y tengo que actuar, respirar, moverme, alimentarme por mí mismo, atender al mundo que me agobía, que me requiere, que me llama y atosiga, que incordia, y siento que mi sangre se vuelve plomo, o mejor, hierro, porque tu eres un imán y tengo que hacer fuerza para separarme y no quiero, no me apetece y aquí estamos tumbados los dos contemplándonos, dejando que el mundo se autodestruya y esperando a que el techo se derrumbe sobre nosotros.
(Pereza)

El mundo, ese maldito mundo al final lo consigue y nos separa, y el estómago se comprime en puro odio, odio al espacio que se crea entre nosotros, odio a lo que tira de tí y odio a lo que tira de mí, que nos distancia, que nos absorbe. Y las venas de mis sienes se hinchan, palpitan y aprieto los puños y golpeo paredes, grito, maldigo. Y caigo rendido impotente, me tiemblan las piernas y las lágrimas luchan por salir, pero las retengo, sí, las retengo porque mi odio tiene sed de ellas.
(Ira)

Y por fin te tienen, te hablan, te entretienen, te alimentan, te distraen y no les soporto. Ni a ellos ni al aire que respiras, ni los kilómetros que nos separan, ni el sol que te hace cerrar los ojos, ni las nubes, ni la lluvia que se atreve a tocarte. De tu ropa, de tus zapatos, de tu coche... qué son ellos que te tienen y retienen.
(Envidia)

Pero vuelves, ah, vuelves, y entonces a tu lado presumo de lo mejor, y nadie me tose, y me sonríen interrogantes y sonrío de vuelta orgulloso de lo que tengo, si tú supieras... dicen mis ojos, y crezco y mis pulmones se hinchan, mi corazón late a martillazos y levanto mi canosa barbilla, y me río por dentro, me río de la lástima que me dan.
(Soberbia)

Siete mentiras, multiplicadas por siete, multiplicadas por siete otra vez.
Peco y lo sé.


martes, 2 de abril de 2013

La pinza



Se resbaló de mi mano derecha, mientras con la izquierda sujetaba el fajo con 350€ que salieron del Pato Donald. Me golpeó el pie izquierdo y desapareció, se fue.

A lo largo de la vida le damos importancia a objetos, algunos sencillos, otros más complejos, que en algunos casos transformamos en amuletos, talismanes.

Recuerdo piedrecitas encontradas en los montes de León, o aquí en la playa, colgantes comprados en mercadillos, regalos absurdos de amigas o amigos.... ahora mismo delante de mi tengo un Piolín que parece haberse electrocutado en un cable de alta tensión.
Una gruesa cadena de plata, que ya no llevo, ese pendiente crucifijo que perdí en una peculiar oscuridad.
Algunos llegaron a ser los típicos “amuletos de la suerte”, de esos, recuerdo un colgante de un árbol tallado en madera, una piedra rosa que era fluorescente en la oscuridad, más reciente un cuarzo, rosa también, tallado en forma de corazón, el anillo armadura, el anillo con la G laberíntica, monedas dobladas o de otros países.
Si funcionan o no, no lo sé, o al menos no he llegado a saberlo. Algunos de esos “talismanes” se perdieron, otros reposan en el fondo de algún cajón dentro de alguna cajita envueltos en una pequeña bolsa de tela...
Quizá necesitamos esos talismanes para focalizar nuestra desengañada fe, pero realmente nunca le he dado mayor importancia. No es el caso con las cartas o los números que se topan conmigo... pero eso es otra historia.

Actualmente en mi cartera llevo una moneda británica de 1949 de dos chelines y otra conmemorando 19 años de algo que a nadie le importa, las llevo porque sí, y porque además algo en mi subconsciente dice que me dan suerte...

Pero toda esta paranoia viene a cuento de que hoy se fue.
Es una pinza de esas para los billetes, que nadie usa, la llevo en la cartera y siempre da un toque de elegancia el lucirla al pagar aunque solo lleves doblados dos billetes de 5 euros. Llevó con ella en la cartera varios años pero hoy se resbaló de mi mano derecha, mientras con la izquierda sujetaba el fajo con 350€ que salieron del Pato Donald. Me golpeó el pie izquierdo y desapareció, se fue.
La busqué en el metro cuadrado que cayó, porque no es más, con linterna, de rodillas, mirando debajo de cada mueble, en cada rincón... pero se fue.

Si amigos y amigas, hoy día 5 de Octubre de 2011 definitivamente “se me fue la pinza”, ya es oficial.